A sus 38 años y después de una carrera, con paréntesis incluido por haber sido madre en 2017, lo que le apartó temporalmente de la élite de su deporte, su sonrisa y su fortaleza mental han forjado un carácter de ganadora clave en su éxito, a pesar de que el punto de partida no parecía el más sencillo para ser una triunfadora.
Durante años se le consideró la versión femenina de su compatriota Usain Bolt, pero eran antagónicos en muchos aspectos: mientras él era extrovertido, amante del 'show' y tremendamente mediático, ella es más tímida y no sólo se conformó con un segundo plano, sino que se sintió casi siempre más cómoda en él.
"Ha sido alguien maravilloso para el deporte y se lo he dicho. Su longevidad demuestra que yo podría haberlo tenido también", estimó la pasada semana Bolt, retirado en 2017, al hablar de su amiga 'Pocket Rocket'.
Mujeres y niños
Una de sus principales tareas fuera del atletismo ha sido en estos años colaborar con causas solidarias -como embajadora de Unicef, entre otras tareas-, especialmente en favor de los más desfavorecidos y de los niños de entornos pobres.
Ella conoce bien cómo se vive en un lugar con pocos medios y perspectivas reducidas, ya que procede de un conflictivo y peligroso suburbio de Kingston y en su familia hay víctimas de la violencia que allí se vivía.
"Son las mujeres y los niños de Jamaica los que me inspiran", declaró la atleta al Daily Telegraph británico en 2009, poco después de haber logrado el primero de sus cinco títulos mundiales de 100 metros.
"Intento ser un ejemplo para ellos. Todo el mundo puede tener éxito. Puedo intentar hablar con ellos, para que finalicen sus estudios, para que no se queden embarazadas a una edad muy temprana, para que no se pasen el día en la calle. Para que hagan sus tareas escolares y se centren en un deporte si son buenos para ello", explicó.
Venta ambulante
Fraser-Pryce, que contrajo matrimonio en 2011 con su novio de toda la vida, Jason Pryce, tuvo una infancia muy difícil, marcada por las enormes limitaciones económicas de su familia. Tenían incluso problemas para comer si su madre Maxine no había tenido un buen día con la venta ambulante.
"Ella fue estricta con nosotros y trabajó duro como vendedora en la calle para segurarse que podíamos ir a una buena escuela", explicó Fraser-Pryce.
"Fue muy duro para ella. A veces no teníamos suficiente para comer, iba a la escuela sin dinero para el almuerzo", dijo sobre su madre, de la que siente muy orgullosa.
En esa infancia y primera juventud tan complicadas, Maxine siempre exigió a Shelly Ann que no hiciera caso a las bandas y grupos del barrio, evitando cualquier problema o que pudiera llegar a algún mal camino.
"A veces pensaba que no era lo bastante buena como para ir a los Juegos Olímpicos, hasta que me di cuenta de que conseguirlo dependía de mí. Ahí empecé a creer que sí", afirmó.
Próxima meta: la familia
El tiempo le ha dado la razón. Ha dado por cerrada su carrera con una colección impresionante de ocho medallas olímpicas -tres de ellas de oro- y ahora 17 en Mundiales -10 de ellas doradas-.
La sonrisa no se le borra. La misma sonrisa con la que llega ahora a su nueva vida de exatleta, donde podrá viajar menos por el mundo y pasar más tiempo con su hijo Zyon.
"He dado al atletismo muchos años de mi vida. Ha llegado el momento de dar también unos cuantos a mi familia. Mi hijo acaba de cumplir ocho años. Es ahora mucho más consciente y hace más preguntas. Quiere que esté ahí siempre", indicó el pasado mes, cuando había empezado ya la última recta de su inolvidable carrera.