"¡Y Ousmane Balón de Oro, Ousmane Balón de Oro!": desde la final de la Champions League en Mónaco hasta el Théâtre du Châtelet de París, el cántico ha ido creciendo durante cuatro meses, hasta que Ousmane Dembélé ha recibido el prestigioso galardón individual, culminando una temporada extraordinaria que, sin embargo, no ha sido nada sencilla.
Frente al Bayern, el PSG se derrumba como equipo y pierde por una diferencia mayor de lo que indica el marcador final (1-0). Dembélé es expulsado y Luis Enrique no duda en sancionarlo, dejándolo en el banquillo ante el Nantes y el Auxerre.
Si su entrenador actúa con mano dura, es porque quiere convertir al Mosquito en el eje del equipo que está construyendo. El final de la era de Kylian Mbappé comenzó durante el Clásico en el Vélodrome, el 31 de marzo de 2024. Bajo una lluvia torrencial, el futuro Merengue desaparece mientras Dembélé brilla en ese nuevo rol de falso 9 que está probando. Así se sentaron las bases de la transformación de Dembouz.
La falta de puntería del delantero es casi legendaria. Capaz de poner en apuros a cualquier defensa, Dembélé suele atascarse en el momento de definir. Sin embargo, cuando aún estaba en el Barça, Xavi Hernández lo decía a quien quisiera escucharle: Dembouz tenía todo para ser el mejor del mundo. Muchos se reían de esa predicción. Pero el técnico catalán no se equivocaba.
La evolución de Ousmane
Dembélé ha llegado a ser el número uno con uno de los entrenadores más exigentes del fútbol: Luis Enrique. La escena del documental "no tienes ni puta idea", en la que el asturiano le habla a Mbappé sobre lo que debe hacer para ser un líder, se hizo viral, pero cobró un nuevo sentido cuando Dembélé fue coronado.
Porque a él, ex blaugrana, el técnico también tuvo que darle el mismo discurso, y Dembélé siguió sus indicaciones al pie de la letra. ¿El resultado? Una Champions League y un Balón de Oro. Mientras tanto, Mbappé sigue persiguiendo ambos. Es inevitable comparar los caminos de los dos.

Esta metamorfosis ha sido tan inesperada como improbable. ¿Dembélé, un goleador? Sin duda. Como si todo hubiera encajado en la segunda parte de la temporada, cuando se deciden los destinos. De eterno perdedor en el fútbol europeo desde la llegada de Qatar, el PSG por fin ha levantado la Champions League. Y no de cualquier manera: ha dejado fuera a tres clubes de la Premier League antes de arrollar al Inter, que venía de eliminar al Barça. Un triunfo contundente y sin discusión.
Además de sus cualidades ofensivas, Dembélé ha destacado también por su sacrificio en defensa. Ha sido el primero en liderar la presión, el primero en ponerse al servicio del equipo por el bien común. Ser líder va más allá de las estadísticas. Es una cuestión de actitud.
¿Pero ha cambiado su estatus en Francia? No del todo. En los carteles o vídeos promocionales de los partidos de los Bleus, siempre aparece en segundo plano, dejando el protagonismo a Mbappé, rey sin corona. Ni siquiera se sabe si Didier Deschamps ahora le da más importancia. El triunfo de Dembélé no ha cambiado su carácter reservado. Sus lágrimas sinceras al recibir el Balón de Oro demostraron que nada estaba calculado ni planeado.
El inicio de su temporada ha estado marcado por las lesiones, algo que no sorprende viendo el torbellino que ha vivido con un club que aún no está en su mejor momento... aunque sí mejor que hace un año. En cualquier caso, cuando todos esperaban a Antoine Griezmann, Paul Pogba o Mbappé, ha sido Dembélé, entre los campeones del mundo de 2018, quien ha escrito su nombre entre las estrellas.
