En un principio, en aquel final de la década de 1950, alguno creyó que se trataba simplemente de una rivalidad deportiva feroz. Pero pronto todo México se dio cuenta que hablar del América vs. Chivas o Chivas vs. América era algo que traspasó el terreno de juego.
Lo que inició como un férreo combate futbolístico terminó siendo una disputa encarnizada por dejar claro lo diferente que eran el uno del otro y por defender la idiosincrasia de sus orígenes. América era el equipo de la capital, con su glamour citadino y su visión cosmopolita de ver la vida. Chivas representaba a la provincia con su orgullo nacionalista en el que ser mexicano es un regalo de Dios.
Ese contexto tan rico, hipnotizante e imposible de obviar fue captado de inmediato por los medios sedientos de buenas historias. Pronto el enfrentamiento entre los dos equipos se convirtió en un escenario tiempo ellos vs. los otros muy marcados: los mexicanos contra los extranjeros, los malos contra los buenos. Llegado a ese punto, el cotejo entre ambos se convirtió en un fenómeno de masas que dio origen al Clásico Nacional.
Con el colmillo bien afilado para hacer negocios, Emilio Azcárraga Milmo, dueño de Telesistema Mexicano, en la actualidad Televisa, vio en este Clásico una fuente inagotable de dinero y, sin pensarlo demasiado, compró al América. Desde el primer día se propuso enardecer mucho más la rivalidad a grados, incluso, poco saludables que incitaron a la violencia.
No fue raro que al poco tiempo América y Chivas se enfrascaron en varias trifulcas dentro del terreno de juego, mientras que la afición pronto se decantó por demostrar lo que eran, pero sobre todo despreciar a los colores odiados hasta el tuétano. Una disputa de idiosincrasia que ha perdurado hasta nuestros días, coronándose como los dos equipos más ganadores del país.
Una realidad dispareja
Chivas pudo presumir durante décadas ser el equipo más ganador y popular del país, siempre de la mano de una tradición que perdura hasta la actualidad: jugar sólo con mexicanos. Pero, con el correr de los años y mientras el país afianzaba su economía y la liga doméstica sacaba ventaja de ello con equipos empoderados que traían extranjeros, el Guadalajara fue perdiendo terreno, mientras las Águilas comenzaban a ganar terreno.
El dominio tapatío culminó en este siglo XXI, ya con una Liga MX afianzada como un atractivo para talento foráneo y un América bien sustentado por la empresa de medios de comunicación más grande de Latinoamérica. Desde el 2000, Chivas perdió el sentido de ser una asociación civil y se convirtió en un ente privado para intentar competir financieramente.

Sin embargo, sin tener ganas de renunciar a su más identitaria tradición de jugar sólo con mexicanos y expuesto por problemas personales y financieros de su dueño, Chivas vio a su máximo rival superarlo en títulos y un periodo de un año y medio de pesadilla en el que el América ha ganado un tricampeonato basado en un proyecto deportivo sólido que no parece tener fecha de caducidad a corto plazo.
Para colmo, Chivas llega al primer Clásico de tres que se disputarán esta semana con un entrenador recién nombrado, tras interrumpir el proyecto español al que había entregado sus riendas deportivas. Contrario al panorama de su rival, América llega firme y con el ánimo por los aires y confiados en poder completar un tetracampeonato anhelado por su gente.
Por eso, más allá de la tradición y la historia detrás de esta rivalidad y de la frase eternamente nombrada de que en un Clásico no importa nada más, existe una enorme diferencia de actualidad entre ambas escuadras.
No obstante, Chivas y América ya vivieron una situación similar la temporada pasada con tres clásicos consecutivos: también dos por Concacaf y uno por liga. El saldo de esos encuentros fueron una victoria para cada uno y un empate, aunque Chivas se quedó fuera del torneo de la confederación.
Y en medio de todo esto está la gente: una americanista envalentonada y abiertamente prepotente con un tricampeonato que presumen a diario frente a la del Guadalajara, que en los últimos tiempos ha estado por encima de lo que su equipo puede ofrecer mientras añoran tiempos pasados y se preguntan si se podrá revertir la realidad.
Pero, sea como sea, este miércoles Chivas y América inaugurarán una semana trepidante que paralizará al país en pos de una disputa histórica y pasional que define el modo de ser de cada uno de los que deciden ser parte de estos colores. Tres Clásicos Nacionales seguidos, tres partidos para seguir avivando la rivalidad más emblemática del fútbol mexicano.