La jugadora, nacida en Rusia pero que se nacionalizó australiana a comienzos de 2025 al estar en desacuerdo con las políticas rusas hacia la comunidad LGTBQ+ y la invasión de Ucrania, perdió la semana pasada en su debut en el WTA 1000 de Pekín, encadenando una tercera derrota consecutiva.
Debido a los malos resultados, ha caído a la posición 19ª del ranking, la más baja desde mayo de 2022.
"Estoy al límite, no puedo seguir", escribió en un emotivo mensaje en la red social X.
"Hace mucho tiempo que no estoy bien y, siendo sincera, mis resultados y actuaciones así lo demuestran. Los aficionados no son tontos, también lo pueden ver", indicó.
"He ocultado mis sentimientos porque no quiero parecer que me quejo, que soy débil o incluso desagradecida e incapaz de apreciar esta vida increíble que llevamos como jugadoras profesionales de tenis", añadió.
"Necesito un descanso"
"La verdad es que he llegado a un muro y no puedo continuar. Necesito un descanso. El calendario es demasiado exigente, mental y emocionalmente estoy al límite y, tristemente, no soy la única", expresó.
A las exigencias del calendario se le han unido problemas personales y familiares desde que tomó la decisión de renunciar a su país de origen y competir por Australia.
"No poder ver a mis padres (cuatro años en el caso de mi padre), además de las constantes batallas para obtener plena elegibilidad para competir en Australia, es demasiado, y he llegado a un límite que ya no puedo aguantar", explicó.

"Espero verlos a todos en 2026", concluyó la ganadora de ocho títulos de la WTA y que llegó a ser la octava tenista de la clasificación femenina a finales de 2022.
En los últimos días, varias tenistas como la polaca Iga Swiatek y la estadounidense Coco Gauff han alzado la voz contra la obligatoriedad de tener que jugar un número mínimo de torneos al año en un calendario sobrecargado.